ESCRITOR Y PERIODISTA EXPERTO EN TEMAS PARANORMALES.
«Sé que me lo voy a pasar
bomba después de morirme»
Asegura que no teme a la muerte y está convencido de que al
otro lado nos espera una vida tan real como la que
conocemos. Ha llegado a esta conclusión tras entrevistar a
casi un millar de personas que aseguran haber mantenido
contactos con familiares y amigos fallecidos.
elperiodico.com
Juan Fernández. 6-IV-2014.
Durante algo más de 40 años, el escritor e investigador Juan
José Benítez ha recopilado testimonios de personas que
aseguran haber mantenido encuentros con familiares y amigos
fallecidos. Tras reunir casi un millar de casos, ahora ha
relatado 160 de esas historias en el libro Estoy bien
(Planeta). La conclusión a la que ha llegado es tan
trascendente como inquietante, y abierta a la controversia:
cuando morimos, no morimos.

J.J. Benítez ha recopilado 160 casos de contactos con
personas fallecidas. (Foto: Juan Manuel Prats.)
-La muerte no suele ser objeto de estudio. ¿Qué le animó a
investigar algo que no se puede comprobar?
-Empecé sin querer. En 1968, mientras trabajaba como
periodista en el Heraldo de Aragón, un compañero del diario,
Miguel París, que había formado parte de la División Azul,
me contó que un día, en el frente ruso, logró esquivar las
bombas soviéticas gracias a la indicación que le dio un
compañero, con el que tuvo un encuentro en mitad de la
nieve. Luego se enteró de que ese militar llevaba varios
meses muerto. Me impresionó su testimonio.
-¿Nunca pensó que pudiera estar fantaseando?
-Precisamente, lo que más me intrigó de ese caso es que su
protagonista era una persona muy seria y cabal, sin
capacidad para la fabulación. Miguel nunca se habría podido
inventar ese relato. En aquel momento no le di más
importancia, pero poco a poco empezaron a llegarme historias
parecidas.
-¿De qué tipo?
-Historias de personas de todo orden y condición, ricas y
pobres, cultas e incultas, y de todos los rincones del
mundo, que aseguraban haber mantenido encuentros personales
con muertos. Cuando te llegan 10 y te cuentan lo mismo,
piensas: casualidad. Cuando coinciden en ese relato 200
personas, ya te dices: aquí pasa algo. Cuando conoces mil
personas que han recibido la visita de amigos y familiares
fallecidos, inevitablemente tu visión de la muerte cambia.
-¿Qué piensa hoy sobre la muerte que no pensaba hace 45
años?
-Que cuando morimos, no morimos, sino que pasamos a otro
estado de vida física, del cual podemos volver para mantener
contactos con los que se quedan aquí. Hoy no tengo ninguna
duda de que esto es así. Desconocemos los detalles, las
reglas, las fases de ese proceso, pero tengo clarísimo que
la vida no se acaba con la muerte, que hay otra vida después
que esta. Diferente, pero real.
-Cuando uno pierde a un ser querido se ve sometido a
mucho estrés. ¿No es posible que esas experiencias sean
fruto de situaciones emocionales alteradas?
-Lo curioso es que yo hablé con esas personas varios años
después de haber tenido esas experiencias y las recordaban
con el mismo realismo. Algo pasa cuando un señor de
Pittsburg describe el mismo encuentro personal con un
familiar muerto que relata una señora de Barcelona o alguien
de Venezuela. Es gente normal, científicos, profesores, amas
de casa, sacerdotes...
-También estamos los que no hemos recibido nunca una
visita de este tipo.
-Sin duda, pero otros sí la han tenido, y son ellos los que
aparecen en el libro. Dudo mucho que mientan, no tendría
sentido. Estas situaciones suceden más de lo que pensamos,
pero a la gente le cuesta hablar de ellas. No está bien
visto. Si indaga un poco y pregunta en su entorno,
comprobará que al menos en cada familia hay alguien que ha
tenido una experiencia de este tipo: en persona, o en
sueños, ha hablado con muertos. ¿No le parece sospechoso?
-Hábleme de los casos.
-Hay historias escalofriantes. Como la de la viuda que
recibió la visita de su marido muerto para decirle el número
de cuenta y el banco donde tenía dinero escondido. Nadie
más, aparte de él, conocía su existencia, pero cuando fueron
al banco había 300.000 dólares. O la mujer que ve en sueños
a su abuela, ya fallecida, que le dice: «Lo siento, he
tratado de evitar lo que va a pasar, pero no he podido, es
inevitable». Esa misma tarde fallecía su bebé de 14 meses. O
la que sale de la consulta del médico, va a pedir cita para
la siguiente revisión, y la recepcionista le dice que su
marido, que llevaba tiempo muerto, acaba de hacer la
reserva. Y sin posibilidad de duda: su marido era mudo y se
comunicaba a través de una pizarra, como el hombre que
describe la recepcionista. Hay muchos casos, y todavía me
siguen llegando.
-¿Sí?
-Hace poco estuve en México y un señor me contó que a un
amigo suyo, que trabaja en una funeraria, le pasó algo
parecido. Un día apareció en su local un hombre pidiendo un
servicio. Una hora más tarde, cuando llegó a la vivienda con
el ataúd, comprobó que el muerto era el mismo que había
solicitado el funeral.
-¿Por qué ha titulado así el libro?
-Porque esa exclamación, «estoy bien», es la que suelen
repetir los muertos. Según lo que cuentan, el más allá es un
lugar real, donde los muertos trabajan, o al menos se
dedican a la tarea que más les gusta, e incluso existe el
dinero. Todos tienen buen aspecto y se muestran jóvenes,
como si se quedaran permanentemente en una edad de entre 25
y 30 años.
-Resulta tranquilizador.
-Este libro aporta un mensaje de esperanza que viene muy
bien en tiempos duros como los que vivimos. Sobre todo,
puede ayudar a los que han perdido a seres queridos. No
tienen motivo para sentirse tristes, sus familiares están
tranquilos y felices en otro lugar, en otra dimensión, a la
cual hoy no podemos ir para volver, pero estoy seguro de que
algún día dispondremos de la tecnología necesaria para hacer
ese viaje.
-¿Cómo se ha preparado para responder a los que lean
esto y piensen que a J. J. Benítez se le ha ido la cabeza?
-Hace tiempo que aprendí la lección y ya no trato de
convencer a nadie. Yo me limito a presentar 160 casos de
personas que han tenido contactos con muertos. A partir de
aquí, que cada cual saque sus conclusiones. Yo tengo las
mías, pero no las impongo.
-¿Cómo se compagina su teoría con la fe religiosa?
-Las personas que entrevisté no me hablaron nunca de
religión. Se puede creer, o ser ateo, y asumir que los
muertos no se mueren cuando se mueren, sino que siguen vivos
en otro lugar. Esto no tiene nada que ver con la fe.
-Bueno, el mensaje sí que suena religioso.
-No en el sentido como lo entienden normalmente las
religiones. Las iglesias se han aprovechado de la muerte
para meterle miedo a la gente. La han convertido en una
herramienta de poder, pero en realidad no tiene nada que ver
con ese uso. Cuando te mueres, sigues viviendo en otro
lugar, en otra dimensión, ya seas cristiano, musulmán o
ateo.
-¿Usted es creyente?
-Profundamente, pero también soy apóstata. En el 2005
conseguí abandonar el catolicismo y desde entonces huyo de
todas las doctrinas religiosas. Creo en Dios, pero no sigo
ningún dogma.
-¿Qué es hoy para usted la muerte?
-Uno de los mejores inventos que existen.
-¿Perdón?
-La muerte es un malentendido con muy mala prensa. Es un
breve tránsito, rápido, como un sueño dulce, a través del
cual pasamos de un estado a otro, de una dimensión a otra.
Como invento, hay pocos que le superen en eficacia. Logra lo
que persigue a la perfección. Desde luego, el que la inventó
es un genio.
-Deduzco que no le tiene miedo.
-En absoluto. Veo la muerte como una vuelta a casa, al
origen, al lugar del que venimos. La vida no es nuestra
casa, aquí estamos de excursión durante un tiempo, pero
luego volvemos a lo nuestro. Pienso mucho en la muerte, pero
sin miedo, con tranquilidad, con normalidad.
-¿Cómo imagina su muerte?
-Como entrar en un ascensor. Le das al piso 37, sin
preocuparte de nada, él te lleva hasta allí. La imagino como
una transición dulce hacia otra vida.
-Oyéndole, casi entran ganas de morirse.
-Le confieso que siento una enorme curiosidad por morirme y
ver qué sucede después. No solo no me da miedo, sino que lo
veo como algo positivo. Y a mi edad, más todavía. En el peor
de los casos, puede ocurrir que la muerte sea ese simple
final que algunos anuncian. Si es así, mala suerte, pero no
creo que ese sea mi destino. Sé que me lo voy a pasar bomba
cuando me muera. En serio, no tengo ningún problema en
morirme mañana, ¿dónde hay que firmar? La muerte es trágica
para el que se queda, no para el que se va.