Imágenes: © Iván Benítez

La isla del fin del mundo

A Giovanni Carella, siempre en deuda con él.

 

 

Pascua: la imagen, siempre por delante

El paraje «encantado» por excelencia

 

<  Proximidades de Anakena, al este.

     Me he referido a ello en otras oportunidades. «Planeta encantado» es un sueño hecho letra impresa. Soy de los que defienden que el futuro del mundo es espléndido, a pesar de las apariencias. Queda mucho por ver y contar. Ése es el propósito de este fascinante «sueño»: llegar hasta donde nadie ha llegado y refrescar su memoria. La vida merece la pena... Pues bien, en este benéfico sueño no podía faltar la «isla del fin del mundo»: la mágica y encantada Pascua. Una isla que casi no precisa de la palabra. Un lugar en el que la imagen y los sentimientos van siempre por delante. En mi opinión. El paraje «encantado» por excelencia. No se lo pierda...

 

 

 

 

 

 

 

Un manuscrito en clave

Lo tomé como un presagio. Un excelente presagio...

1

<  La verdadera historia de la isla está por contar...

   Fue un lunes, 21 de enero del año 2002. Me hallaba en Santiago de Chile, dispuesto a volar a Pascua, la isla del fin del mundo. Teníamos unas horas de margen y decidí emplearlas en la búsqueda de artesanía pascuense. Allí, en la capital chilena, se encuentra siempre un material de mayor garantía. Aunque parezca increíble, de más antigüedad, incluso, que el proporcionado habitualmente por los naturales de Pascua...

 

   Y tras probar fortuna en algunas tiendas especializadas, mi mujer y yo optamos por visitar un mercado artesanal en el barrio de Santa Lucía. Buscaba copias de las llamadas tablillas «rongo-rongo», la misteriosa escritura de la antigua civilización que habitó Pascua.

 

Recuerdo que me detuve. Algo reclamó mi atención en aquel anciano. Tenía una mirada profunda. Se trataba, sin duda, de un rapanui, un pascuense. Frente a él, sobre una pequeña y humilde mesa, toda clase de baratijas, máscaras e ídolos de madera.

 

El guía de Thor Heyerdahl Al interrogarlo se identificó con orgullo. Era Lázaro Hotu, el hombre que guió al legendario Thor Heyerdahl en sus visitas a Pascua.

 

 

Lázaro Hotu, el pascuense que guió a Thor Heyerdahl, mostrando la fotografía en la que aparece con el explorador noruego.

 

Y recordé la imagen que aparece en Aku­Aku, el no menos mítico libro del explorador noruego. A mi regreso a España lo comprobaría: Lázaro Hotu, en efecto, fue fotografiado junto a un jovencísimo Thor (el libro fue editado en 1957), posando ambos al pie de un moai (ilustración situada entre las páginas 240 y 241).

No podía creerlo...

Y Lázaro fue a relatarme algunas de sus vivencias en aquellos lejanos tiempos.

¿Cómo era posible? Santiago de Chile contaba en enero de 2002 con casi cuatro millones de habitantes. ¿Cómo explicar que en esas escasas horas, previas al viaje a Pascua, hubiera coincidido con el que fuera guía de Heyerdahl?

¿Casualidad? Lo dudo...

Santiago de Chile, al pie de los Andes.

Y, como digo, lo consideré un buen augurio. ¿Qué me reservaba el Destino en esta nueva visita a Pascua?

¿Todo escrito? Era mi quinto viaje a la isla del fin del mundo. Y en mis planes, amén de disfrutar de la hermosa y mágica Pascua, la intención de contar algo nuevo. ¿Algo nuevo? Aquel optimismo me dejó perplejo. Según mis cálculos, hasta el día de hoy, se han escrito más de dos mil volúmenes sobre Rapa Nui (nombre dado por los naturales a la isla de Pascua). ¿Qué podía descubrir? A primera vista, todo estaba contado.

Sí, a primera vista...

 

La sorpresa llegó una semana después y de la mano de un viejo amigo. Conocí a Jesús Conte Oliveros, teólogo, filólogo y mejor persona, en 1989. Y lo conocí, justa y mágicamente, en plena isla de Pascua. Pues bien, aquel lunes, 28 de enero, mientras cenábamos, el profesor Conte me hizo una confesión. Años atrás, en 1992, en una visita a Tahití, había tenido la fortuna de acceder a un importante y poco conocido manuscrito en el que, al parecer, se cuenta la historia de Pascua. La verdadera historia. Jesús Conte insistió: «...Una historia jamás difundida y que la casualidad puso en mis manos...»

Enero de 2002. Jesús Conte con J.J. Benítez en Hanga Roa (isla de Pascua).

Diez páginas en latín Quedé atónito. Lo narrado por el profesor, en efecto, era nuevo. Jamás dudé de su versión. Lo conozco, como digo, hace trece años y siempre lo consideré un profesional de gran prestigio y suma honradez.

El manuscrito en cuestión consta de diez páginas y aparece escrito en latín.

 

«...Pude leerlo cuatro veces en el transcurso de esa histórica e increíble noche, comprobando que, cada tres o cuatro palabras, el autor había deslizado un vocablo en antiguo bretón. Era como una clave, diseñada para despistar...»

 

En dicho documento se hace un pormenorizado relato de la antigua historia de Pascua, contada por una serie de pascuenses que terminaron emigrando a la referida isla de Tahití. Los indígenas fueron interrogados por el obispo Tepano.

 

«...Este prelado -prosiguió Jesús Conte- tuvo una genial intuición. Comprendió que aquellos pascuenses eran los depositarios de una cultura y unas tradiciones que, muy probablemente, desaparecerían en breve, con el fallecimiento de dichos indígenas. Y redactó un compendio de cuanto le transmitieron...»

 

Ése fue el manuscrito al que tuvo acceso y cuyo contenido trataré de desgranar.

 

Jesús Conte Oliveros

• Teólogo y filólogo. Habla y escribe diecinueve lenguas. Profesor de lenguas clásicas, especialista en jónico antiguo (la lengua homérica de la Ilíada y la Odisea).

• Llegó a Pascua en 1989, Y se dedicó al estudio de la lengua y las costumbres de la isla. Durante su permanencia en Rapa Nui ha publicado varias obras. Entre las filológicas destacan Gramática fundamental de la lengua rapanui (1996) y Diccionario etimológico rapanui-español (2000). Actualmente trabaja en la obra Diccionario español-rapanui, con la colaboración de la Comisión para la Estructuración de la Lengua Rapanui. Esta entidad pertenece al Consejo de Ancianos de Rapa Nui.

• En enero de 1992, Michel Coppenrath, arzobispo de Papeete (Tahití), invitó al profesor Conte a su palacio arzobispal con el fin de que completara las investigaciones lingüísticas iniciadas en Pascua. El citado monseñor puso el archivo episcopal a disposición de Jesús Conte y fue en esta oportunidad cuando tuvo acceso al manuscrito secreto sobre Rapa Nui. En dicho trabajo fue auxiliado por Paul Hodée y Rosa Tauhiro, vicario general y miembro del Secretariado de Archivos, respectivamente.

Jesús Conte con el vicario general de Tahití, Paul Hodée.

• Tras pronunciar el «juramento académico», Jesús Conte recibió el mencionado documento secreto, y pudo leerlo en el transcurso de una noche. La génesis del manuscrito es la siguiente: en enero de 1864 llegó a Pascua el hermano Eugenio Eyraud. Posteriormente le siguieron otros misioneros. Fueron los primeros sacerdotes que pisaron Rapa Nui. En aquel tiempo, la jurisdicción eclesiástica de Pascua dependía del Vicariato Apostólico de Tahití. Pascua o Rapa Nui era nobody's land o «tierra de nadie». Y el poder civil terminó cayendo en manos de un aventurero francés llamado Jean-Baptiste Dutrou Bornier. Las discrepancias entre este personaje y los misioneros llegaron a tal punto que el obispo-vicario de Tahití, monseñor Tepano Jaussen, ordenó la inmediata retirada del clero. Y con los misioneros salieron también de la isla un total de 230 pascuenses. Así comenzó la amarga diáspora del pueblo rapanui a Mangareva y Tahití, principalmente. A finales de ese mismo año (1864), otros 450 isleños se vieron en la obligación de emigrar, y llegaron a las plantaciones de Haapape, entre otros lugares. Fue entonces cuando monseñor Tepano Jaussen tuvo la genial intuición de convocar a los más ancianos y sabios entre los rapanuis que habían llegado a Tahití. Entre éstos se encontraba un tal Ure a Toro (mal llamado Metoro), que fue el responsable de la lectura de las llamadas tablillas «parlantes» («rongo-rongo»). Y monseñor Tepano recibió así un importantísima bagaje cultural sobre la historia de una civilización que estaba a punto de extinguirse.

• Esa decisiva documentación fue puesta por escrito por el referido obispo de Tahití en un total de diez páginas, todas en latín y con letra carolina de los siglos XI y XII. Para acceder al texto, al igual que sucediera en las «academias» archivadas en catedrales y monasterios románicos de la Europa medieval, el solicitante debía satisfacer primero el denominado «juramento académico». [«Yo (nombre) juro guardar todos los secretos que voy a leer con mucho cuidado.»]

EXCLUSIVA

Un continente hundido Según dice el manuscrito: «Ocurrió hace mucho tiempo y en mitad del océano...

 

»Aquélla era una tierra llamada Hiva o también Mara'e Renga, en maorí. Y en ella vivía Hotu Matu'a, un rey sabio y prudente, hijo de los dioses y dotado de poderes excepcionales.

 

»Hotu Matu'a vivía feliz y también su gente. Su padre era Taane Arai, y su mujer, Vakai a Heva. Tenía una hermana llamada Avareipua.

 

»Pero aquel reino, hasta ese momento próspero y feliz, comenzó a hundirse en la mar. Se acabaron las familias, muriendo mujeres, hombres, niños y ancianos.

 

»Fue entonces cuando apareció un hombre llamado Haurnaka. Se acostó por la noche, durmió y su espíritu se trasladó a la isla que, con el tiempo, sería conocida como Te Pito o Te Henua, el ombligo de la Tierra.

 

»Allí vio tres islotes, a los que puso nombres. Eran Motu Nui, Motu Iti y Motu Kaokao, frente a Orongo y a poca distancia del Rano Kau, que también vio. Luego vio las partes planas de la isla y el punto apropiado en el que podría desembarcar Hotu Matu'a. Y visitó el Poike y otros sitios.

 

»Tras admirar bellos parajes como Hanga Hoonu, las bellas playas de Ovahe y Anakena, fue esta última la elegida para dicho fin. Efectivamente, Anakena fue posteriormente el sitio donde desembarcó Hotu Matu'a, y allí estableció su residencia en este "ma'ara" o selecto paraje pintoresco.

  

   »Y regresó el espíritu de Haumaka a Hiva. Se despertó con sobresalto, pero quedando contento.

    

     »Un hombre llamado Ira preguntó a Haumaka: "¿Por qué has dicho ibien!?" Haumaka le replicó: "¿Entonces tú estabas despierto?" Asintió Ira. Finalmente concluyó Haumaka: He kainqa i roto i te ra'â i runga, que significa: "La isla que está hacia el sol naciente. - Y añadió-: Id a ver la isla donde vivirá el rey Hotu Matu'a."»

 

Los siete exploradores Y el rey, en efecto, envió siete exploradores. Así consta en el documento descifrado por el profesor Cante Oliveros.

 

«Vinieron siete mancebos -le cuentan los pascuenses al obispo de Tahití-. El primero se llamaba Ira. El segundo, Rapa Renga. El tercero, Ku'u Ku'u a Hau Tava, El cuarto, Ringiringi a Hau Tava. El quinto, Nonoma a Hau Tava. El sexto, Ure a Hau Tava, y el séptimo, Mako'i Ringiringi.

 

   »Estos jóvenes eran ariki pa ka ("príncipes"). Vinieron de Hiva, siguiendo las instrucciones de Haumaka. Llegaron atravesando Hanga Tepau (playa de Vinapú), donde dejaron la nave. Subieron a ver el volcán Rano Kau, pero sólo vieron una pequeña hoya y se dijeron: "La hoya oscura de Haumaka."

 

»Se quedaron algún tiempo en tierra y comenzaron a plantar ñames ("uhi"), trabajo del que se encargó Ku'u Ku'u.

 

»Luego fueron por el otro lado y vieron la planta filicínea llamada kohe y se dijeron: "Aquí están las plantas kohe quebradas por los pies del espíritu de Haumaka."

 

»Llegaron a la península del Poike y, dando vuelta hacia cierto lado, divisaron la arena del Taharoa, y pasando luego acá, arribaron a Hanga Hoonu y allí observaron que había poca arena. Entonces exclamó Ira: "No es apta esta bahía para que desembarque el rey; es pequeña."

 

»Corno sintieran hambre, todos se lanzaron al mar, donde capturaron peces en abundancia. Entonces Ira y Rapa Renga se dieron cuenta de que no había fuego para hacer el "urnu" o curanto; así que enviaron dos hombres a la nave a buscar fuego. Luego cocieron los peces, comieron y los siete quedaron saciados.

 

»Los siete hombres vieron una tortuga que había llegado a la bahía. Pero no era tortuga, sino un espíritu que los seguía. Se rieron los siete y prosiguieron su camino. Cuando la tortuga se percató de la acción, ella tomó la dirección de ellos por el mar. Ira y Rapa Renga arribaron a Ovahe, a cuya playa llegaron también los otros cinco, pero la arena no era mucha y todos ellos se dirigieron a Anakena, cuya playa contenía gran cantidad de arena. Se rieron, mostrándose muy contentos, conviniendo todos ellos que éste era el sitio ideal para el desembarque del rey Hotu Matu'a. Todos bajaron hasta donde estaba la arena. La tortuga, empero, había llegado ya a Hiro Moko, una parte de esta bahía de Anakena. El joven Ira fue entonces a levantar la tortuga, mas no pudo, y también fracasaron el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el sexto. Sin embargo, Ku'u Ku'u logró hacerla, echándola sobre sus espaldas. Pero, apenas la tuvo, le dio ella un golpe con sus aletas y quedó aturdido, cayó enfermo y respiraba con fatiga. Se acercaron los demás, haciéndole burla.

 

 

Pascua, según la leyenda, sólo era un lugar desolado.

 

 

Anakena: una playa digna de un rey.

 

»Ku'u Ku'u, moribundo, fue llevado a una cueva, en cuyo interior le acostaron. Rogó a sus compañeros que no le abandonaran, y éstos le prometieron que no harían tal cosa, pero le estaban mintiendo. Luego hicieron seis montículos de piedras y ellos se dirigieron a Hanga Roa, mientras que la tortuga corrió rumbo a Hiva.

 

»Ku'u Ku'u preguntó una y otra vez: "¿Estáis aquí?" Y los montículos le respondieron: "Sí, aquí estamos", pero al fin murió.


  
»Los seis que estaban en Hanga Roa subieron después a Orongo. Cuando llegaron allí, ya había crecido la hierba en las plantaciones de ñame de Ira. La arrancaron y se cercioraron de que la tierra allí era mala.

Alrededor de un millar de moais cubren el perímetro de la isla de Pascua.

»Hicieron una casa para poder dormir en ella. Entraron y al anochecer se dispusieron a dormir.»

El regreso a Hiva «Mako'i, antes de dormirse, habló con Ringiringi, diciéndole: "Cuando pregunte Ira a Rapa Renga, quédate despierto para que tú te enteres de lo que te conviene. Tú te quedarás en esta isla mientras nosotros cinco regresamos a Hiva."

"Poco después, Ira dijo a Rapa Renga: "Comprueba si este adolescente está dormido." Diéronle un empellón con los pies, pero el adolescente emitió falsos ronquidos. Entonces Ira dijo: "Ruhi está a la derecha; Pu, a la izquierda. El moai Hina Riru ostenta un collar de madreperlas en el cuello." Lo oyó el adolescente que fingía estar dormido y se alegró de poder hacerlo saber a los otros jóvenes que serían habitantes de esta isla. Los cinco camaradas restantes se embarcaron para regresar a Hiva. Al irse el barco, gritó Ringiringi: «Yo también he oído que Ruhi está a la derecha y que Pu está a la izquierda. El moai Hina Riru ostenta un collar de madre perlas en el cuello." Ira le replicó: "Volveremos para matarte, Ringiringi", pero Ure le corrigió diciendo: "No, no volveremos. Deja a nuestro compañero aquí; no lo mataremos."»

«Aquella tierra -dice el manuscrito secreto- era llamada Hiva.»

Te Pito o Te Henua Y la tradición rapanui asegura que, al regresar a Hiva, los exploradores trataron de persuadir a Hotu Matu'a para que olvidara aquella isla. Se trataba de un lugar pedregoso, sin casi vegetación y azotado por vientos huracanados.

El rey, sin embargo, confiando en su dios y en la visión del mago Haumaka, zarpó rumbo a la tierra prometida. Y lo hizo en dos grandes canoas. En una viajaba el rey con trescientos hombres seleccionados; en la otra, la reina, con las mujeres. Y con ellos, semillas, animales, un moai y la historia de Hiva, recogida en sesenta y nueve tablillas de madera. Unas tablillas grabadas con unos signos que sólo podían «canta los sacerdotes e iniciados.

 

Y tras sesenta y seis días de navegación -siempre hacia el este-, después de no pocas calamidades, aquel pueblo avistó al fin Te Pito o Te Henua, el verdadero nombre de Pascua: «El ombligo de la Tierra.» Y así fue bautizada por Hotu Matu'a.

Tras rodear la isla, el rey y su séquito desembarcaron en una de sus playas: Anakena. Y con ellos, la caña de azúcar, el plátano, el ñame, el tara, las aves y gallinas y, como digo, la memoria colectiva del viejo reino, grabada en las tablillas «parlantes» o «rongo-rongo». La sagrada historia de aquel pueblo y de la lejana patria, desaparecida bajo las aguas...

 

«La nave de Hotu Matu'a -reza el manu­crito del obispo Tepano- se asomó por la vuelta de Toremo, que es un promontorio cerca del Ma Parehe, en el Poike. El rey vio que la nave de Avareipua, su hermana, había llegado ya al islote Motu Kau, cerca de Hanga Oteo. Hotu Matu'a recitó entonces unas palabras misteriosas. Al llegar a Taha Roa sintió Avareipua llegada la hora del parto. Entraron en Anakena y nació una niña. Hotu Matu'a gritó preguntando por el sexo y le dijeron que era femenino. Por otro lado, la mujer de Hotu Matu'a, llamada Vakai, también dio a luz un hijo: Tu'u Maneke. Los de la nave de Avareipua preguntaron a gritos de qué sexo era quien acababa de nacer, y les respondieron que era masculino.

»EI rey desembarcó en Hiro Moko y la reina Avareipua en Hanga Ohiro, las dos puntas salientes de la bahía de Anakena.

»Hotu Matu'a mandó llamar a alguien que supiera qué había que hacer con el cordón umbilical del niño, pero no había nadie allí; pero en la nave de Avareipua había un experto en la materia. Tenía dos nombres: Ri Ku VaiVaka Vai. Fue éste, pues, enviado a realizar este cometido.

»Los hombres desembarcaron e hicieron una casa llamada Tupa Tu'u, y el rey se quedó a residir en ese bello paraje de Anakena.»

 

El primer moai Y según los ancianos rapanui, con Hotu Matu'a desembarcaron también artesanos, agricultores, pescadores, adivinos, sacerdotes, mujeres y niños y el más importante símbolo de aquellas gentes: el moai. El símbolo por excelencia de la isla de Pascua.

 

Para los ancianos rapanui, el primer moai llegó con Hotu Matu´a.

 

¿Fue cierta esta leyenda? ¿Existió en verdad un lugar llamado Hiva? ¿Fue tragado por el océano? ¿Y qué decir del rey sabio y prudente? ¿Fue así? ¿Se produjo el extraño «sueño» del mago Haumaka? ¿Qué sucedió con los famosos exploradores? ¿Fueron Hotu Matu'a y su pueblo los primeros pobladores de la isla de Pascua? ¿Construyeron ellos los moais? Y de ser así, ¿con qué motivo? ¿Cómo los transportaron?

 

 

En ésta mi quinta visita a la isla, tal y como creo haber mencionado, me propuse algo diferente. Algo que podía arrojar nueva luz sobre los referidos misterios.

 

Hasta ese momento, mis investigaciones habían tomado como referencia los criterios científicos. Pero las conclusiones de la ciencia resultaban siempre tan endebles como contradictorias.

 

Tenía que profundizar en otra dirección...

 

Y el instinto me condujo hacia el pueblo. ¿Qué decía la tradición rapanui? ¿Qué opinaban los sabios y ancianos de Pascua? ¿Por qué jamás fueron escuchados por la ciencia? ¿Por qué nunca se descifró el manuscrito del obispo Tepano?

 

La sombra de «Mu»

¿Existió Hiva?

2

<  Los rapanui conservan costumbres similares a las de los maoríes de Nueva Zelanda. ¿Cómo es posible si ambas islas están a más de 7.000 kilómetros?

 

   Para los pascuenses, la historia de su pueblo, transmitida de padres a hijos, no ofrece la menor duda. Todo empezó con aquel rey sabio y prudente...

 

Alberto Hotu, uno de mis informantes, presidente del Consejo de Ancianos de Pascua, fue, incluso, más explícito que el documento en clave de Tahití.

 

En 1976 recorrió Nueva Zelanda y tuvo la oportunidad de establecer contacto con los maoríes. En un total de treinta y seis islas le hablaron de lo que Hotu ya conocía por sus antepasados: Hiva, en realidad, no era el nombre del continente hundido en el mar. Hiva -Ie informaron los maoríes- era la región o zona en la que se hallaba Marae Renga, la auténtica patria del rey Hotu Matu'a.

 

«Hiva, por tanto -matizó Alberto Hotu-, era la gran superficie, por llamarlo así, donde se encontraba la tierra de mi antepasado, el rey Hotu Matu'a. Y esa tierra -Marae Renga- fue la que se hundió, a razón de cuarenta centímetros por año, según la tradición... Viene a ser como si hoy se hundiera California. Todos dirían que estaba en Estados Unidos...»

 

Y los maoríes le hablaron también del «mana», el poder que adornaba a Hotu Matu'a, ¿Cómo podían conocerlo? ¿Y cómo sabían de la llamada «Karanga», la ceremonia del recibimiento exclusiva de los pascuenses? Nueva Zelanda se encuentra a 7500 kilómetros de Pascua...

Se refieren a «Mu» Los científicos, naturalmente, no aceptan la historia de Hiva. Lo consideran una leyenda. Y mencionan el archipiélago de las Marquesas como el origen de la cultura que llegó a Pascua. El razonamiento -muy endeble, en mi opinión- se centra en la similitud o parentesco de Hiva con algunos nombres existentes en el citado archipiélago: Hiva Oa, Nuku Hiva, etc. Basta un examen medianamente serio para comprobar que los vocablos rapanui nacidos del protomarquésico y del propio marquesano son muy escasos. Desde el punto de vista lingüístico, la influencia de las Marquesas en la isla del fin del mundo es más que dudosa...

Para los ancianos y sabios rapanui, en cambio, el origen hay que buscarlo en el oeste y a más de dos meses de navegación. Y fue hace dos mil años cuando aquella tierra, situada en Hiva, se estremeció y se hundió en las profundidades del Pacífico.

 

Inevitablemente surge otra gran duda: ¿hablan los pascuenses del no menos mítico «Mu», el continente-isla tragado por las aguas?

 

Y la tradición asegura que aquel rey, desesperado, envió diferentes expediciones en búsqueda de nuevas tierras. Pero todas se hallaban pobladas. Fue entonces cuando entraron en escena el mago o visionario Haumaka y los siete exploradores...

 

El enigmático Ahu «A Kivi» Y los rapanui, agradecidos por el interés de aquel extranjero, fueron a revelarme un secreto que -según ellos- confirmaría lo que habían recibido por tradición oral y también en las tablillas «parlantes». Según esta secreta información, en la isla de Pascua existe un punto que señala directamente a Hiva, el lugar donde se alzaba la vieja patria.

 

Y hacia allí me dirigí, tratando de verificar el insólito dato. Al oeste de la isla, en efecto, se levanta un «ahu» o altar llamado «A Kivi», conocido también como los «siete exploradores». Un grupo de siete moais que, según la tradición, recuerda a los aventureros enviados por Haumaka o por el rey Hotu Matu'a para explorar la isla prometida en sueños. Curiosamente, son las únicas estatuas que miran al mar...

 

 

Sorpresa: el Ahu «A Kivi» señala directamente a Nueva Zelanda. Son los únicos moais que miran al mar.

 

 

Ahu «A Kivi» (los siete exploradores), restaurado en 1960.

 

Procedí a las mediciones oportunas y, ante mi asombro, comprobé que el citado Ahu «A Kivi» señala el rumbo 254. Es decir, Nueva Zelanda: la zona donde los pascuenses sitúan Hiva...

 

¿Casualidad? Hace mucho tiempo que no creo en el azar.

 

¿Fue Hotu Matu'a el primero? Según los viejos rapanui -y el propio manuscrito del obispo Tepano-, así dio comienzo el primer poblamiento humano del «ombligo de la Tierra». La verdadera historia de Pascua.

 

Cuando traté de precisar la fecha fue casi imposible. Nadie coincide. Para unos, Hotu Matu'a pudo llegar a la isla del fin del mundo en el siglo IV. Quizá hacia el año 360 después de Cristo. Otros, basándose en el análisis del carbono 14, retrasan el desembarco del rey al primer milenio antes de Cristo.

 

   Al parecer, los restos humanos hallados en una de las plataformas ceremoniales en Tahai, al oeste, indican el año 713 a. J.C. Pero ¿se trataba de la gente que llegó con el mítico rey o estaríamos ante los primeros y legítimos habitantes de la isla?

Por último, otros especialistas sitúan la llegada de Hotu Matu'a y los Hanau-momoko o «gente delgada» en una época más reciente: en el transcurso del siglo XI o, tal vez, a comienzos del XII de nuestra era.

Naturalmente hay un procedimiento que aclararía el enigma: someter los huesos del rey sabio y prudente al análisis por C14.

 

Pero, de momento, sólo se trata de un sueño. La calavera del citado Hotu Matu'a fue expoliada hace medio siglo...

 

La isla del fin del mundo

· Situada a 27 grados 11'S y 109 grados 58'O.

 

· Se trata de la isla polinésica más oriental. La Luna es la única «tierra» visible desde Te Pito o Te Henua (verdadero nombre de Pascua).

 

· Los vecinos más próximos -la isla Pitcairn, al oeste- se encuentran a 1800 kilómetros. Tahití aparece a 4050 km. Y Santiago de Chile a 3700.

· Tiene forma casi triangular, con tres volcanes apagados: Rano Aroi, en el centro. Rano Kau, en el suroeste, y Rano Raraku, en el este.

· Superficie total: algo más de ciento sesenta kilómetros cuadrados. Origen volcánico. Terreno pedregoso. Altura máxima: 507 metros (Maunga Terevaka, al norte). Toda la isla se precipita al mar en acantilados de cien y doscientos metros, excepción hecha de las playas de Anakena y Ovahe, ambas al norte.

· Capital: Ranga Roa. Población total estimada: alrededor de dos mil ochocientos habitantes.

· Temperatura media anual: 20 grados Celsius. El mes más frío: agosto, con temperaturas que oscilan entre 14 y 17 grados. El mes más lluvioso: mayo, con 152 mm.

· Idiomas fundamentales: español y rapanui.

· Pascua puede ser considerada en la actualidad como uno de los más grandes y espectaculares «museos al aire libre» de este bello «planeta encantado».

 

 

Pascua, desde el aire: un lugar arrasado por la lava volcánica.

 

 

Los otros enigmas Sea como fuere -llegaran cuando llegaran-, lo cierto es que Hotu Matu'a y su pueblo trajeron consigo una cultura tan esmerada como desconcertante. Hoy, Pascua es identificada, casi exclusivamente, por sus moais. Sin embargo, aquel rey y aquellas gentes delgadas eran portadores también de otros secretos y extraordinarios conocimientos. Una sabiduría incomprensible para tan remotos tiempos. Los otros enigmas de Pascua...

Aquella cultura, por ejemplo, conocía los «invernaderos». Toda una magnífica obra de ingeniería.

 

La isla del fin del mundo es un territorio de origen volcánico, con un terreno hostil, pedregoso, casi permanentemente azotado por los vientos alisios y con un manto vegetal de apenas cincuenta centímetros de espesor.

 

Y, sin embargo, aquel rey sabio y prudente consiguió el milagro: en Pascua floreció la caña de azúcar, la calabaza, el plátano, la batata o kumara, el tara, el árbol del que se extrae la corteza para fabricar tejidos (tapa) y el ñame, entre otros cultivos.

¿Cómo lo lograron?

Los mana-vai, invernaderos en los que prospera toda clase de frutos y hortalizas.

Muy pocos conocen el secreto del rey Hotu Matu'a. Al llegar a la isla, los hombres procedentes de Hiva construyeron decenas de invernaderos. Y digo bien: ¡invernaderos!

 

He aquí otra muestra de la sabiduría de aquel pueblo. Una sabiduría o poder heredados del dios Makemake, al que me referiré en breve. Un «dios» más que sospechoso...

 

Las inclemencias y agresividad de la isla no fueron obstáculo para los recién llegados. Y construyeron los mana-vai: unos invernaderos excavados en el terreno, de hasta dos metros de profundidad y veinte o treinta de longitud. Una fosa que mantiene un especial microclima y que permite el crecimiento de toda suerte de frutos y hortalizas. Un «milagro» que los científicos no terminan de explicar.

 

Como tampoco logran explicar el sistema utilizado para el transporte de los gigantescos bloques volcánicos empleados por los rapanui en el cerramiento de los mana­vai. Bloques de piedra que alcanzan 1,60 metros de altura y entre quinientos y mil kilos de peso.

¿Cómo los desplazaron?

El poder del «amnio» ¿Y qué pensar de los partos submarinos?

 

Según la tradición rapanui, al segundo día de la llegada a Pascua, Vakai, esposa de Hotu Matu'a, dio a luz a su primer hijo, al que llamaron Tu'u Maneke. Y otro tanto sucedió con Avareipua o Ava Rei Pua, la hermana del rey. Pues bien, según los ancianos pascuenses, ambos partos -siguiendo la costumbre de Hiva- se desarrollaron bajo el agua. Se trató, al parecer, de partos submarinos. El lugar es conocido como Loto­Tauregna, en la playa de Anakena. Una zona sagrada para los rapanui.

 

Las mujeres se sentaban sobre una piedra rectangular, de forma que el agua las cubriera hasta el pecho. Y así nacían los bebés.

 

Y me pregunto: ¿dónde lo aprendieron? ¿Cómo sabían de las ventajas de esta clase de alumbramiento?

 

 

Según la tradición rapanui, los «Hanau-eepe» llegaron sin mujeres.

 

 

Fue en la primera mitad del siglo XX, y a título experimental, cuando algunos países nórdicos se decidieron a practicar el parto submarino. Y comprobaron que, en estas especiales circunstancias, tanto la madre como el niño experimentan un menor sufrimiento. Los cambios de presión en el feto son casi inapreciables, así como los índices de salinidad y las diferencias de temperatura. Pero, con la llegada a Pascua de la civilización (?), esta ancestral costumbre se perdió. Como se perdería también otro ritual insólito y que -según los ancianos- procedía igualmente de Hiva. Según los rapanui, llegado el momento del alumbramiento, las embarazadas eran trasladadas a la ciudadela sagrada de Orongo. Una vez allí, los sacerdotes recogían el líquido amniótico, que luego era utilizado por reyes y reinas para el cuidado de la piel y en las ceremonias de fertilización de la tierra.

 

Y surge una nueva pregunta: ¿cómo sabían los primitivos pascuenses del poder regenerativo del «amnio»?

 

El poder del «mana» Pero quizá el misterio número uno de Pascua -sin duda el más polémico- se centra en el «mana», un formidable poder o energía que procedía del dios Makemake, la singular y no menos misteriosa criatura que bajó del cielo en Hiva, y se mezcló con los humanos.

 

Aquel dios -dicen- se cruzó con las hijas de los hombres y de ahí nacieron los héroes y los reyes. Y Hotu Matu'a fue uno de ellos. Y todos disfrutaron del primitivo poder del dios: el «mana». Una historia, por cierto, sobradamente conocida en otros pueblos y culturas...

 

Y enseña la tradición rapanui que ese «mana» -heredado de padres a hijos- fue utilizado por reyes y sacerdotes en beneficio del pueblo.

Ninguno de mis informantes supo explicar con precisión en qué consistía dicho poder sobrehumano. Todos, sin embargo, coincidieron: era como una fuerza, como una energía que modificaba personas y cosas. Cuando el rey extendía sus manos hacia la mar, peces y tortugas se multiplicaban, abasteciendo así a sus súbditos. Cuando el rey o «ariki» tocaba semillas y plantas, las cosechas prosperaban. Cuando lo hacía con los animales, la fuerza del «mana» los engordaba, acelerando la reproducción.

El «mana», una fuerza misteriosa que transformaba animales y cosas. Sólo el rey y los iniciados la poseían.

En definitiva -según los ancianos-, fue gracias al «mana» como sus ancestros lograron transportar los grandes bloques de piedra que cierran los mana-vai o invernaderos. No importaba peso o volumen. El «mana» los hacía levitar, venciendo la fuerza de la gravedad. Obviamente, los científicos no creen en esta posibilidad...

 

El dios Makemake

• En un principio, según la tradición rapanui, el nombre del dios era «Manake-Manake»: «el que disfruta de un poder más que excepcional». Makemake es un apócope o supresión de letras de la designación original («mana» = «poder sobrenatural» y «ke» = «distinto o excepcional». «Ke» aparece como sufijo. Por duplicación intensiva obtenemos Manakemanake. Una vez apocopado resulta el ya mencionado «Ma (na) kema (na) ke»).

• En la isla de Pascua existen numerosas representaciones del dios Makemake, en especial en cuevas y petroglifos. Las más bellas se encuentran en Orongo, la cueva Ana Heu (frente a la caleta Omai) y cerca del ahu Rumotu. En 1975, el historiador Francisco Mellén descubrió en la zona de Vai Tara Kai Ua una cueva con hermosas cabezas del dios esculpidas en piedra.

El dios Makemake, una extraña criatura que, según la tradición, bajó del cielo.

 

< El «tapu» está desapareciendo entre los jóvenes rapanui.

«Mana» y «tapu» Y según la tradición fue Hotu Matu'a quien trasladó el poder del «mana» a la isla del fin del mundo. Dicen que gobernó durante veinte años. Y aseguran que fue la época de máximo esplendor. Posiblemente, el tiempo en el que se inició la construcción de las grandes estatuas o moais. El reinado del «mana» por excelencia. Todo en el soberano era «mana». Todo era sagrado: nadie debía tocarlo. Su cabeza, sus cabellos y sus manos eran santos. No podía cortarse el pelo y tampoco las uñas. Sus manos sólo tejían redes.

Al morir, el cráneo era separado del cuerpo y adornado con pinturas y grabados. Todo en la comunidad, en suma, dependía del rey o «ariki». Nadie estrenaba una casa o una barca sin haber invitado previamente al monarca. El rey era el jefe divino y el detentor del «mana». Pero, junto a ese poder extraordinario, existía también lo contrario: lo prohibido (el llamado «tapu», del que procede nuestra palabra «tabú»).

 

Cualquier persona o cosa que llegara a tocar el «ariki» quedaba maldita. La cabeza, como digo, era el mayor «tapu», hasta el punto de que nadie podía cortarle el cabello. En este aspecto, en 1864 se registró en la isla un suceso que fue constatado por el padre Roussel, misionero de los Sagrados Corazones. Uno de los barberos que desembarcó con los clérigos intentó rasurar al rey niño Manurangi. Al percatarse de sus intenciones, el pueblo apedreó al peluquero, obligándole a huir.

 

Nadie debía ver al rey, o a su hijo, comiendo o durmiendo. Nadie estaba autorizado a entrar en su casa, a excepción del «tu'ura» o sirviente real. Nadie comía los frutos u hortalizas de las nuevas cosechas hasta que eran probados por el rey. Éste fue el caso de una joven, asesinada por comer batatas o «kumara» antes que el «ariki Ngaara», fallecido en 1861.

 

Pero el «tapu» alcanzaba otros muchos aspectos de la vida diaria. Así, por ejemplo, el pescador no debía comer los peces que capturaba. El acto sexual con una mujer de sangre real -decían- provocaba intensos dolores de estómago al profanador.

 

Eran «tapu» los lugares donde se enterraban los cordones umbilicales. Las mujeres y los niños no podían consumir atún durante la época estival...

 

Y los infractores, insisto, eran condenados a muerte, bien por el aplastamiento del cráneo o por la introducción en el recto de una antena de langosta marina; un suplicio extraordinariamente doloroso que conducía indefectiblemente a la muerte.

 

La tablilla de Washington

 

• Respecto al «mana», existe en el Instituto Smithsoniano de Washington una tablilla de madera («rango-rango»), catalogada con el número 129.774, que lleva por título E oha to ran Ariki Kete («¿Qué había en aquel Gran Rey?»). El término «Kete» significa cesto o canasto, aunque aquí se emplea -metafóricamente- como Universo (grandeza). Se trata de una glosa realizada a modo de antífonas. La tablilla «parlante» fue trasladada a Washington por William J. Thomson, contador del buque de guerra norteamericano Mohican. Dicho navío recaló en Rapa Nui el 18 de diciembre de 1886, y permaneció trece días en el lugar. La traducción la llevó a cabo un nativo llamado Vaeika («el que selecciona el pescado») .

 

• El texto de la tablilla de Washington dice así:

 

- ¿Qué MANA tiene el Gran Rey aquí en tierra?

- Tiene el poder de hacer crecer las plantas y cambiar el cielo de diferentes colores. iGlorifiquen todos el MANA del Gran Rey, que nos hace sensibles a las plantas, admirar los cielos de colores y contemplar las nubes que se levantan!

- ¿Qué MANA tiene el Gran Rey aquí en tierra?

- Tiene el poder de crear langostas marinas, pececillos y koreha (parecidas a las anguilas), peces mono y todo cuanto vive en el mar...

»...Tiene el poder de hacer crecer los helechos, plantas rastreras, pasto, arbustos y toda clase de vegetación...

   »...Tiene el poder de crear peces en las aguas profundas...

   »...Tiene el poder de hacer surgir los ñames, las batatas y la caña de azúcar...

»...Tiene el poder de proteger las tortugas con duro caparazón, al pez con escamas y a todo viviente marino. iGlorifiquen todos el MANA del Gran Rey que nos permite vencer la defensa de las tortugas y de los peces!

 

»...Tiene el poder de crear las estrellas, las nubes, el rocío, la lluvia, el sol y la luna. ¡Glorifiquen todos el MANA del Rey Universal que nos permite apreciar la brillantez de las estrellas, las nubes que descienden, la lluvia que cae y la luz del sol y de la luna!

 

»...Tiene el poder de poblar la tierra y crear al mismo tiempo reyes y súbditos...

 

»...Tiene el poder de defendernos de los ataques de las larvas, de las moscas, de las lombrices, de las pulgas y de todo tipo de insectos. [Glorifiquen todos su MANA!

 

¿Qué MANA tiene el Rey Universal? iGlorifiquen todos el ilimitado MANA del Rey Universal!

 

 

Las tablillas «parlantes» o «rongo-rongo», otro misterio por descifrar.

 

  < «Te Pito Kura», la única piedra esférica de Pascua.

La piedra esférica Y entre los «otros» enigmas de Pascua, «Te Pito Kura»: la piedra esférica que puede contemplarse en la costa norte, entre la playa de Ovahe y la bahía de La Pérouse. Cada vez que retorno a Rapa Nui me acerco hasta dicho lugar y disfruto de esta especie de enorme «huevo» de basalto del que nadie tiene noticias ciertas. Todo son conjeturas: ¿la trabajó el rey sabio y prudente? ¿Llegó con Hotu Matu'a desde la lejana Hiva? La verdad es que no parece probable. El peso de «Te Pito Kura» -superior a una tonelada- no hace recomendable el transporte por mar...

Pero nada de esto importa a los pascuenses. La piedra esférica -dicen- es mágica. Guarda el «mana» y todo aquel que la toca lo recibe... Y eso es lo que hacen los rapanui y cuantos turistas aciertan a llegar a la pequeña ensenada sobre la que reposa. La abrazan e inclinan el rostro sobre «Te Pito Kura». El resto -supongo- depende de las creencias personales...

 

Algunos guías me lo repitieron en diferentes oportunidades: la piedra esférica es la representación del planeta Tierra. Y sobre esta hipótesis han llegado a fabricar toda una increíble historia, igualmente vinculada al rey Hotu Matu'a. Lamentablemente, cuando procedí a la medición de dicha piedra, el resultado nada tuvo que ver con las auténticas medidas del planeta.

 

¿Cuál es entonces el origen de «Te Pito Kura»? Como digo, nadie lo sabe. Mejor así...

Muros «incalcos» en Pascua Y otro tanto sucede cuando uno visita las increíbles construcciones situadas en Vinapú, al sur de la isla. Sencillamente, uno queda perplejo. Nadie sabe quién ni cómo las levantaron...

Estamos, en efecto, ante otro de los grandes misterios de Pascua. Un enigma sin explicación aparente.

 

 

Vinapú. Bloques de duro basalto de hasta doce toneladas, perfectamente escuadrados.

 

 

Vinapú (al sur de Pascua). Muros idénticos a los de Perú. ¿Quién visitó a quién?

 

Aquí, desafiando toda lógica, permanecen los restos de un «ahu» o altar, muy diferentes de los que se conservan a lo largo y ancho de la isla. Diferente, sí, por su estructura y por el peso y pulido de los bloques que lo integran. Bloques de duro basalto, de hasta once y doce toneladas de peso, perfectamente escuadrados.

 

¿Cómo los transportaron? ¿Cómo los levantaron? ¿Cómo lograron semejante perfección? Ni siquiera una afilada navaja puede penetrar entre sus paredes...

 

Y el hecho se repite en el «ahu» Te Peu, en la costa oeste. Increíbles e inmensas construcciones para las que no hay respuestas, al menos de momento...

Pero lo que más sorprende de estas edificaciones es su gran semejanza con otros muros ubicados a miles de kilómetros.

Las imágenes de Iván son incuestionables...

Veamos algunos ejemplos:

Cusco Fue el Inca Garcilaso, en sus Comentarios reales, quien proporcionó el primer aviso sobre lo insólito de estas construcciones, en pleno corazón del Cusco peruano: «Parece como si alguna clase de magia -afirma el Inca- hubiera presidido su construcción. Más parece trabajo de demonios que de seres humanos...»

Y llevaba razón.

Cusco (Perú): muros gemelos a los de Pascua. ¿Cómo es posible a más de 4.000 kilómetros?

Fortaleza de Sacsayhuamán, próxima a Cusco. Muros iguales a los de Egipto, Etiopía y Pascua. ¡Asombroso!

¿Cómo explicar la célebre piedra de los «doce ángulos»?

¿Cómo entender el transporte y alzado de estas formidables masas de piedra? ¿Cómo las pulieron? ¿Cómo lograron ese milimétrico encaje, idéntico al de Vinapú, en la isla de Pascua?

Sacsayhuamán ¿Y qué decir de las moles que dan forma a la fortaleza inca de Sacsayhuamán?

Algunos de estos bloques superan los cinco metros de altura y las ciento treinta toneladas de peso... La técnica de construcción es prácticamente gemela a la que puede contemplarse en Rapa Nui. ¿Cómo entender esta semejanza?

¿Pudieron los incas llegar hasta el «ombligo del mundo»? ¿Enseñaron a los pascuenses cómo diseñar y levantar estos muros? ¿O fue al revés?

Egipto Pero la sorpresa y el desconcierto se ven nuevamente superados cuando uno acierta a caminar por la meseta de Gizeh. Aquí, en el templo situado al pie de la Esfinge, las increíbles construcciones de Pascua y Perú vuelven a repetirse.

 

Según la arqueología, este templo fue edificado por el faraon Kefrén, de la IV Dinastía. Es decir, hace cuatro mil quinientos años. Curiosamente, tanto el diseño como la disposición y el pulido de estos formidables bloques son similares a los de Vinapú, Cusco y Sacsayhuamán...

Templo situado al pie de la Esfinge, en Egipto. Bloques idénticos a los de Vinapú, en la isla del fin del mundo.

Algunas de estas masas de piedra miden y pesan exactamente lo mismo que las de la fortaleza inca o las del «ahu» rapanui. Otras, con nueve metros de longitud y tres de altura, superan las doscientas cuarenta toneladas.

 

La perfección es tal que tampoco aquí es posible introducir una cuchilla de afeitar entre los bloques.

 

¿Cómo lo hicieron? Nadie tiene una explicación convincente. Pero lo más asombroso, insisto, es el increíble parecido con Pascua y Perú.

 

Etiopía ¿Y qué decir de las ruinas, almacenes y tumba del rey Ramhay, en la ciudad etíope de Aksum?

 

Estamos de nuevo ante unas construcciones idénticas a las observadas en Pascua, Perú y Egipto. Bloques de quinientas toneladas, escuadrados con la misma técnica. Un complejo funerario que se remonta al año 2500 a. J.C. ¿Cómo es posible? ¿Navegaron los antiguos egipcios o los etíopes hasta América del Sur? ¿Llegaron a Rapa Nui? Según la arqueología oficial, esto es imposible. La distancia entre Egipto o Etiopía y el «ombligo de la Tierra» supera los quince mil kilómetros...

Pero, entonces, ¿qué ocurrió? ¿Debemos pensar en una formidable casualidad, como aseguran los arqueólogos?

Construcciones idénticas en lugares tan alejados como Egipto o Etiopía. Nadie tiene una explicación.

Por más que indagué fue imposible hallar una explicación al misterio de la semejanza entre las construcciones de estas cuatro culturas. En la isla de Pascua no existe vestigio alguno de las hipotéticas visitas de incas o egipcios, a pesar de las teorías de Thor Heyerdahl y de investigadores como Antonio Ribera, que mantenían que unos y otros pudieron arribar a la isla del fin del mundo. Ni la «Kon Tiki» ni las supuestas barbas postizas y «faraónicas» de algunos moais son pruebas serias y definitivas...

Para los rapanui, los muros de Vinapú -destinados, al parecer, a sostener una estatua de veintitrés metros de altura- fueron obra de Hotu Matu'a o de sus inmediatos sucesores. Unos muros -dicen- que se hicieron realidad merced al poder del «mana».

Tumba del rey Ramhay en la ciudad de Aksum (Etiopía).

La aventura de la «Kon Tiki»

• En la década de los años cuarenta, el noruego Thor Heyerdahl propuso la siguiente teoría: los rapanui llegaron desde las costas de Perú.

• En 1947 construyó una balsa con totora, similar a las de los antiguos incas, y se aventuró hacia el oeste. Lo hizo con seis hombres, sin instrumentos modernos de navegación y partiendo desde el puerto de El Callao, en Lima.

• El esforzado Thor consiguió sus propósitos, alcanzando la isla del fin del mundo en la célebre «Kon Tiki».

 

• La arqueología, sin embargo, demostró que la cultura rapanui es anterior al Imperio inca.

 

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