Imágenes: © Iván Benítez

Tassili

A la memoria de Jebrine, descubridor del Tassili N´Ajjer.

 

Tassili y Orión

Síntesis de lo publicado en El anillo de plata

Meseta de Tassili N´Ajjer.

Verano de 1996. Juanjo Benítez y su esposa disfrutan de unas breves vacaciones en Egipto. Blanca pierde (?) un anillo de oro en las aguas del mar Rojo y Juanjo, al tratar de encontrarlo, descubre uno de plata. Al principio, nadie concede al asunto demasiada importancia. Todo parecía una casualidad. Al regresar a España, el investigador se entera de un caso ovni ocurrido en Los Villares (sur de España) en las mismas fechas que halló el anillo de plata (julio de 1996). El testigo -Dionisio Ávila-, un campesino analfabeto que ignora lo sucedido en la península del Sinaí, manifiesta que el ovni presentaba un extraño «emblema» en la cúpula (I O I). Tres seres aparecen súbitamente junto a la nave y arrojan una «luz» a los pies del asombrado anciano. Al tomar el «lucerillo» en sus manos, Dionisio comprueba atónito que se trata de una pequeña piedra esférica con la superficie grabada por unos no menos enigmáticos signos. Uno de esos grabados es similar al «I O l» del ovni. También el anillo de plata reúne esos misteriosos «palos» y «ceros». ¿Casualidad? Evidentemente, no. J. J. Benítez investiga y averigua que los símbolos en cuestión pertenecen al bereber antiguo, una lengua prácticamente desaparecida que se hablaba y se escribía en el desierto del Sahara. Los científicos exploran la piedra esférica. No hay duda: se trata, en efecto, de signos líbico-bereber (bereber antiguo). En cuanto al anillo, expertos en termovisión descubren unas propiedades «imposibles» para la ciencia. Y algo más: en mayo de 1998, un oficial de la Armada convierte los «palos» y «ceros» (dígitos binarios) al sistema decimal, proporcionando a Juanjo Benítez unas coordenadas dobles. Una de esas coordenadas señala Tassili, en el sur de Argelia. La otra apunta a la constelación de Orión. ¡Increíble! Tassili es uno de los lugares donde se hablan dialectos derivados del bereber antiguo. Orión es la región del cielo de la que, al parecer, procede «Ricky», la supuesta «infiltrada» «no humana». (Para más información, véase mi libro Ricky- B.) Y J. J. Benítez decide viajar al Sahara...

Al mostrarles los signos del anillo, los tuaregs asintieron: era parte de su idioma.

 

 

<  ¿Qué sabía de los «cabezas redondas»? Sólo lo escrito por Henri Lhote.

Por dónde empezar

Nuevas «señales»

1

Durante aquel tiempo (1998 y 1999), lo tuve muy claro: tenía que volar al Tassili. Allí, probablemente, estaba la clave para despejar estas cada vez más irritantes incógnitas.

Pero la situación política en Argelia fue complicándose y mis deseos se vieron frenados una y otra vez. Nadie garantizaba la seguridad de los expedicionarios, y tuve que limitarme a estudiar y esperar. ¿Qué sabía realmente del Tassili argelino? Muy poco. Mis conocimientos giraban en torno a la obra de otro aventurero, el francés Henri Lhote, un hombre que había peinado Argelia en los años treinta y cincuenta del siglo XX y que difundió, a nivel mundial, unas emblemáticas imágenes: los llamados «cabezas redondas» de Jabbaren, en el Tassili. Unas pinturas rupestres, como ya he dicho, altamente «sospechosas» (seres con escafandras y trajes espaciales) y que la intuición vinculaba al enigma de Los Villares, del «lucerillo» y del anillo de plata.

Lhote, en aquel tiempo, no lo niego, era un ídolo. Para mí fue un hombre audaz. Después, al pisar el Tassili, aquella imagen se vendría abajo...

 

¿Por dónde iniciar la investigación en el Sahara? Sinceramente, no tenía ni idea. Y me dejé guiar por el instinto, solicitando -eso sí- nuevas «señales» a los cielos. A la vista de los obstáculos y de las dificultades para trasladarme a Argelia llegué a pensar, incluso, que las pesquisas debían orientarse en otra dirección. Pero los cielos (?) fueron rotundos: las coordenadas señalaban el Tassili... y la «señal» llegó el 18 de diciembre de 1998 y por partida doble.

 

A las 13 horas de ese día, Sánchez Viera descubría el fascinante halo blanco que rodea el anillo de plata y que sólo es detectable con la termovisión. Esa misma tarde, mi buen amigo Iker Jíménez Elizari era recibido en el Museo del Hombre, en París, donde comprobó «algo» de especial interés: la escritura bereber aparece también junto a las pinturas rupestres de la meseta tassiliana (!).

 

 

«¿Qué esconde la gran meseta bajo sus ardientes arenas?»

 

 

Lhote y su perro, en el Tassili N´Ajjer.

 

 

El Sahara recibe menos de cien milímetros de agua al año. (En la imagen, vista de Tikobaouina.)

 

 

El anillo encontrado en el mar Rojo y su misterioso halo blanco.

 

Pierre Colombel, director del Departamento de Prehistoria, fue el encargado de mostrar este pequeño - gran «detalle» al joven investigador español. Cuando Iker me puso en antecedentes comprendí que iba por el buen camino. Lo que buscaba -no sabía exactamente qué- se hallaba en las ardientes arenas del Sahara, y por allí debía comenzar las indagaciones. La situación, sin embargo, lejos de mejorar, fue empeorando en Argelia. Los asesinatos se registraban prácticamente a diario y Blanca y mis amigos, con buen sentido, trataron de hacerme desistir. No era bueno adentrarse en el corazón de Argelia con aquel sangriento panorama...

Y esperé, sí, pero hasta un punto.

 

El horno sahariano. Hasta 55 grados durante el día y 15 grados bajo cero en la noche.

Primer viaje

Rumbo al infierno

2

Nunca me ha gustado esperar. Aquellos meses, sinceramente, fueron insufribles. Recuerdo que a mi regreso de Mali, tras la no menos apasionante aventura en el país dogon (véase Los señores del agua), tomé la decisión de viajar a Tassili. Y lo haría de inmediato y en solitario. Mejor dicho, en la compañía de mi hijo Iván -vital a la hora de tomar imágenes- y de Javier Lago, buen conocedor del Tassili. Cultura Africana, la agencia para la que trabaja Lago, se responsabilizaría de la infraestructura. Y así fue. El sábado 28 de abril del año 2001, siete días después de nuestra llegada de Barnako (Mali), volábamos rumbo a Argel. Poco importaron los prudentes consejos de mis amigos y los significativos silencios de mi mujer: no podía esperar. Aquellos enigmas me tenían desconcertado. Sabía que el viaje era peligroso, pero también es cierto que confiaba (y confío) ciegamente en la voluntad del buen Dios. Él «sabe». Y nervioso, como si fuera mi primer viaje, dediqué buena parte del vuelo a repasar mapas, libros y anotaciones. Sobre el papel, la investigación no parecía tan difícil. Todo consistía en ascender hasta la meseta del Tassili y explorarla con detalle...

 

Ruta seguida en el primer viaje al Tassili N´Ajjer.

 

El Sahara y los «tassili

• Los «tassilis» son mesetas de arenisca que rodean la región del Hoggar (Ahaggar), en el sur de Argelia. Existen varios «tassilis», aunque el más célebre es el de Ajjer (Tassili N'Ajjer), en el sureste argelino.

• Tassili N'Ajjer o «meseta de los Ajjer» recibe este nombre por los tuaregs del Este. Con las extensiones arenosas periféricas, el Tassili de los Ajjer abarca una superficie de 350.000 kilómetros cuadrados. Dos veces Suiza. La longitud supera los setecientos kilómetros por cincuenta y sesenta de ancho.

• Se encuentra en el corazón del Sahara, el mayor desierto del mundo, con casi diez millones de kilómetros cuadrados.

• El Sahara recibe menos de cien milímetros de agua al año. El Tassili de los Ajjer, por su parte, no supera los treinta milímetros anuales. Se encuentra, por tanto, en una región hiperárida.

• La altitud media del Tassili se sitúa entre los mil doscientos y mil quinientos metros, con una elevación máxima de 2.245 m en el sur (N'Isser).

• Tassili N'Ajjer tiene la forma de un «portaviones», integrado por dos mesetas que se superponen como dos tramos de escalera. La vegetación es casi nula, excepción hecha de un pequeño bosque de cipreses milenarios en Tamrit.

• Las temperaturas máximas pueden alcanzar entre cincuenta y cincuenta y cinco grados centígrados. En verano, la media oscila en 42, y pueden descender en invierno por debajo de cero grados. Las oscilaciones térmicas día -noche son notables (a veces se registran más de cincuenta grados de diferencia).

• En algunas zonas rocosas, los materiales arenosos depositados en el suelo son transportados por el viento a otros parajes de la meseta. Esto produce continuos cambios en las alturas de los suelos, descubriendo y ocultando estaciones pictóricas.

 

• La meseta del Tassili N 'Ajjer se encuentra despoblada. Los últimos nómadas la abandonaron en 1975. Las pinturas rupestres demuestran que el lugar estuvo habitado en el Neolítico (hace diez o doce mil años).

 

• La población más cercana, y de la que parten la mayoría de las expediciones, es Djanet, a escasos veinte kilómetros. -Dispone de aeropuerto y de vuelos regulares con Argel. En esta ciudad se encuentra la oficina de control y vigilancia del Parque Nacional del Tassilí. Es la responsable de los guías. Para acceder al citado Parque Nacional, se precisa el correspondiente permiso oficial.


• No hay posibilidad de acceder a la meseta en 4x4. Las vías de acceso en este sentido son impracticables. Sólo puede subirse a pie o con el auxilio de caballerías. En lo alto de la meseta tampoco hay vehículos. Los desplazamientos son igualmente a pie o en burro o en dromedario.

 

• A partir de la primavera proliferan las víboras y las serpientes de cascabel, así como los escorpiones. La «cerastes», por ejemplo, puede matar en treinta segundos.

 

 

Los vehículos no pueden acceder al Tassili N´Ajjer.

 

 

El Tassili N´Ajjer, al fondo.

 

 

¿Quién puede imaginarlo? Hace miles de años, el Sahara fue un jardín.

 

 

Los últimos tuaregs abandonaron la meseta en 1975.

 

 

Cipreses de Tamrit, la única y heroica vegetación.

 

 

Tassili N´Ajjer, una plataforma estratégicamente situada.

 

 

Sahara: inmensa y bella desolación.

 

 

Tuaregs. Son los únicos que se aventuran en los «tassilis».

 

 

Tormenta de arena en Djanet.

 

 

Pequeños y sufridos burros cargan el equipo.

 

El diario A partir de aquí -dada mi precaria memoria-, echaré mano del correspondiente cuaderno de campo. Éstos fueron algunos de los hechos -no todos- registrados en aquel primer e inolvidable viaje al Tassili argelino, casi en el fin del mundo:

Sábado, 28 de abril de 2001.

Siguen los esfuerzos por localizar a Malika Hachid, arqueóloga, especialista en pinturas rupestres y directora del Parque Nacional del Tassili N'Ajjer. Sus teléfonos en Djanet no contestan. Su libro El Tassili. 50 siglos antes de las Pirámides me ha parecido muy sugerente...

Argel se presenta tranquilo. Prohibido pasear por la ciudad antigua. No sin escolta... Me siento bien, aunque triste. Blanca no me acompaña. Es mejor así. Cena en el hotel L'Aeropuert. Javier se las arregla para conseguir un poco de vino. No empezamos tan mal...

Domingo, 29 de abril.

9.30 horas, El Bardo, en pleno Argel. Gente amabilísima. El museo necesita una buena reforma. Me aclaran que Malika no está en el país. Quizá pueda encontrarla en París. Lo intentaré.

Nada más empezar a pasear por El Bardo me llama la atención una pintura rupestre. Está quebrada e incompleta. Es bellísima. Iván hace fotos. Se trata de un carro al galope. Un carro «egipcio» (!). La leyenda dice: «Tamadjert (Tassili) tres mil quinientos años antes de Cristo» (!). ¿Un carro «egipcio» hace cinco mil quinientos años, cuando Egipto no existía prácticamente? ¿Cómo es posible? El Tassili N'Ajjer se encuentra a tres mil kilómetros del Nilo...

 

 

 

Pintura depositada en el museo de El Bardo, en Argel.

¿Un carro «egipcio» hace cinco mil quinientos años?

 

 

Hoggar, al sur de Argelia. Lugar al que llegó la «mujer atlante».

 

<  Restos de Tin-Hinan.

En un extremo, en una urna de cristal, aparece la célebre Tin-Hinan, la mujer gigante del Sahara. ¡Al fin la veo! Rafael Brancas me habló de este asunto en 1976. Para Brancas, que dirigió varias expediciones al Tassili N'Ajjer en los años setenta, son los restos de una princesa que llegó del oeste y que fue venerada por los tuaregs como una mujer sabia. Para otros. Tin-Hinan sería una «atlante» (?).

Adila Talbi, arqueóloga de El Bardo, responde a mis dudas sobre la mujer gigante del Sahara. Sonríe benevolente y asegura que nadie sabe gran cosa sobre Tin-Hinan. Ni siquiera los antropólogos están en condiciones de afirmar si fue un hombre o una mujer (!). La pelvis, por ejemplo, es muy estrecha para tratarse de una hembra. Los hombros, en cambio, son anchos y poderosos, más propios de un varón. En cuanto al nombre - Tin-Hinan-, es puro «tifinag» (dialecto derivado del líbico-bereber). Significa «la que cojea». Así la llaman todavía los clanes de tuaregs del Sahara. Quizá -aclara Adila- porque le falta un hueso en la rodilla...

¿Altura? Según la leyenda, dos metros. La realidad -a la vista del esqueleto- parece otra: entre 1,75 y 1,80 metros, algo normal entre los tuaregs.

Fue la primera mujer noble -dicen- que llegó a la región de Abalessa, en el Hoggar (sur de Argelia). Allí está su tumba. De allí la trasladaron al museo de El Bardo.

 

El misterio continúa. Me gustaría inspeccionar esa tumba...

 

Tamanrasset Dicho y hecho. A las 16.40 horas volamos hacia el suroeste. Próximo destino: Tamanrasset, en el abrupto y desnudo desierto de piedra del Hoggar. Fortísimas medidas de seguridad.

 

Espectáculo impresionante: decenas de «wadís» o cauces secos se abren paso en silencio entre arenas rojas, amarillas y violetas. Ahí, en alguna parte, muy cerca (?), nos aguarda el enigma del Tassili...

Hotel Tahat, en Tamanrasset (habitación 54). No hay aire acondicionado. Paseamos por la pequeña ciudad.

Tin-Hinan: ¿hombre o mujer? La pelvis es demasiado estrecha para ser mujer, dicen los antropólogos.

Lunes, 30 de abril.

A las 8 horas partimos en un 4x4 hacia la tumba de Tin-Hinan, en Abalessa (oeste de Tamanrasset). Javier Lago se queda en la ciudad, gestionando los todoterreno que nos trasladarán por el desierto hasta Djanet.

Estos árabes son desesperantes. Hemos necesitado casi dos horas para localizar al cocinero y cargar los escasos víveres para el almuerzo. Debo hacerme a la idea. Aquí llevan otro ritmo de vida...

 

 

A la búsqueda de la tumba de Tin-Hinan.

 

 

Los tuaregs hablan de Tin-Hinan como la mujer que condujo a su pueblo.

Llegada a la tumba a las 10. El calor aprieta. El termómetro marca 30 grados Celsius. Decepción. Las ruinas están descuidadas. Mujeres tuaregs separan el grano de la paja en los alrededores. Nos observan con curiosidad. Altitud: 909 metros. El GPS capta ocho satélites (!). Recorro las ruinas y tomo algunas muestras. Parecen restos del Neolítico...

A las 12 horas, breve parada para el almuerzo bajo una acacia espinosa: ensalada de atún, arroz y aceitunas. Nos comen las moscas. Después, la ceremonia del té.

Abalessa, al fondo: aquí fue enterrada Tin-Hinan.

La ceremonia del té, sagrada para los tuaregs.

Aprovecho para mostrar los grabados del «Iucerillo» a los tuaregs que nos acompañan. Los examinan con curiosidad. Hablan y discuten entre ellos. Me miran en silencio. Después, al cabo de muchos minutos, se interesan por la historia de la piedra esférica. Me encojo de hombros. Prefiero no contarles nada, de momento. Reconocen algunos signos. Son bereber, tal y como adelantaron los lingüistas. Otros grabados resultan del todo desconocidos. No tienen ni idea.

De lo que sí están seguros es del «I O I». Mohamed, el cocinero, dice que significa «conmigo». En ese caso, los nueve «palos y ceros» del anillo deberían ser traducidos como «nueve veces conmigo» (?). No me fío...

A las 14 horas alcanzamos la región de Tit, a treinta kilómetros al noroeste de Abalessa. Primer encuentro con la escritura bereber o líbico-bereber, como prefieran los especialistas. ¡Impresionante! Veo decenas de inscripciones grabadas en las rocas. Los guías no saben traducirlas; son muy antiguas, dicen. De regreso en Tamanrasset, ¡cerveza helada! Converso con Arib Karim, arquitecto y conservador del Parque Nacional del Hoggar. Conoce y ha trabajado en la tumba de Tin-Hinan. Coincide con Adila, la arqueóloga de El Bardo: las dataciones fijan la antigüedad de la tumba en el siglo IV de nuestra era. De la «Atlántida», por tanto, nada de nada...

 

Dice que, en su origen, la construcción pudo ser un fortín, rehabilitado después como tumba. Se trataría de una obra totalmente bereber. Le muestro la cerámica de origen neolítico que encontré en Abalessa y asiente. Ellos también han hallado restos similares. Y son de la Edad de Piedra, en efecto. Misterio...

 

 

Región de Tit. Primer encuentro con la escritura bereber.

 

 

Hamed sólo habla lo imprescindible.

Camino hacia Djanet Martes, 1 de mayo.

6.30 horas, desayuno. Salimos hacia la ciudad de Djanet, al pie del Tassili N'Ajjer. Más o menos, seiscientos kilómetros de desierto. Si todo va bien, tres días de camino.

 

Hamed ben Abdelkader es el jefe de la expedición. «El preferido de Mahoma» (ésta es la traducción de su nombre) es un experto conocedor del desierto y un tuareg que habla con la mirada. Me fío de él. Conduce nuestro 4x4. El cocinero y el ayudante marchan en el segundo todoterreno.

 

Iván y yo nos miramos. Creo que sentímos la misma y profunda sensación. Me encanta el desierto y no saber qué nos depara el destino...

 

El primer campamento será en Assekrem, a ochenta kilómetros.

 

Disfruto con el paisaje, con los dorados de las dunas y el acero de las rocas. El cielo se cae de tanto azul...

 

 

El camino seguido hasta Djanet, al pie del Tassili: 600 kilómetros de agustioso desierto.

 

 

Desierto azul, verde o blanco, según...

 

 

«El Cuervo», a 76 kilómetros de Tamanrasset.

 

 

Los tuaregs no saben de fronteras ni países.

 

 

Esclavos de los tuaregs.

 

 

<  Un infierno de piedra y arena.

Hamed habla poco. No hay carreteras ni pistas. Toda su atención se centra en la huella de otros vehículos. A la media hora me duele todo el cuerpo...

Entre las agujas rocosas -dice el guía- habitan gacelas y muflones de cuernos anillados. Está prohibido darles caza, pero ellos -los tuaregs- lo hacen cuando necesitan comer o, sencillamente, cuando les apetece. Esta etnia, en efecto, es muy particular. Se autoproclaman hombres libres. Lamentablemente tienen esclavos...

10 horas. Llegada a la «guelta» Afilal. «Guelta» es árabe, y significa «lugar de agua y vegetación». Agradezco el paseo entre adelfas, juncos y plumeros. El silencio es total, apenas roto por el susurro de unas aguas limpias y tímidas que huyen entre lajas negras y hacia ninguna parte. Hamed me señala el «mula-mula», el pájaro del viajero (cola o pecho blancos), señal de buena suerte. Eso es cierto: todo va bien (de momento).

Ensalada de pasta entre moscas y buen humor. Iván no sabe qué fotografiar: cada centímetro cuadrado de este desierto infernal es una imagen...

Proseguimos entre grandes rocas. El 4x4 salta y se atasca. Hay momentos en que no superamos los cinco kilómetros por hora (!). El calor es sofocante.

Dejamos atrás «El Cuervo», una especie de montaña del diablo. Impresionante. Después, Tighaleli. Algunas mujeres gritan entre los altivos peñascos. Me recuerda el irrintxi vasco. Estamos a 76 kilómetros de Tamanrasset. ¡Ya queda poco!

14.30 horas: alcanzamos, al fin, el refugio de Assekrem, a 2583 metros de altitud. Descansamos en el destartalado lugar hasta las 17.30. Un grupo de franceses y argelinos discute amigablemente sobre el tema bereber. Javier Lago nos anima a subir a la ermita de los padres blancos, a 115 metros por encima del refugio. Se trata de la célebre ermita del padre Foucauld, uno de los primeros investigadores del «tifinag».

Llegada a la cima en doce minutos. Todavía estoy en forma. Tengo que dejar de fumar...

 

 

El magnífico Hoggar.

 

 

Refugio de Assekrem, a más de 2.500 metros. Hemos pasado del horno a la nevera.

 

 

 

Ermita de los padres blancos, en Assekrem. Javier Lago y Juanjo Benítez ojean los volúmenes que integran el diccionario del padre Foucauld. En la imagen inferior, significado «I O I», según Foucauld.

 

 

 

Amanecer en Assekrem.

 

Extraño «suceso». Penetro en la ermita y, tras explorar el pequeño lugar, me voy derecho a la minúscula biblioteca. Los libros están al alcance de cualquiera.

Los ojeo. ¡Sorpresa! Allí están los cuatro volúmenes que forman la gran obra de Foucauld, el diccionario francés-tifinag. ¡Y todo a mano! Javier se presenta y le pido que me ayude a buscar el significado de «palo cero palo» (I O I). Sonríe y acepta.

No hay orden alfabético...

A los veinte minutos aparece. Es el tomo Ill, página 1418. Significado: «suyo», «de ellos». Lo que ya sabía...

 

Lo más increíble es que haya podido localizarlo en tan corto período de tiempo. Sumo las páginas y símbolos de los cuatro libros: dos mil páginas y cuarenta mil símbolos tifinag. ¿Otra «casualidad»? ¿Qué probabilidad matemática hay de hallar dichos símbolos en veinte minutos?

20 horas. Cena en el refugio. Se inicia un intercambio de historias supuestamente fantásticas. Hamed relata una y yo cuento otra. Y así hasta bien entrada la noche. Caemos rendidos.

Para el guía tuareg, los ovnis son «diablos» [djenoum] que viven en el interior de la tierra. Habitan en la montaña del Diablo. Nadie debe molestarles. Él sabe -dice- de personas que han visto a los «demonios» y que han enloquecido. Ni por todo el oro del mundo me acompañaría a esa montaña...

Sonrío para mis adentros. Ya veremos...


Miércoles, 2 de mayo.

Veo amanecer. Espléndido. El desierto de piedra despierta en negro y se despereza en naranja.

7.45 horas: partimos hacia el este. Siguen las gacelas en la distancia, huidizas como el Destino...

Y a la desolación, más desolación. Rocas negras y desnudas. Más allá, Ima-Douassen («los escondidos»), una formación militar que los «djenoum» -dicen los tuaregs- transformaron en rocas.

Agujas de lava. Imposible avanzar por la «hamada» de piedra.

 

<  Soledad y silencio en cientos de kilómetros.

El terreno es un «césped» de agujas y gigantescos bloques volcánicos. Avanzamos a un kilómetro por hora (!). A pesar de la suciedad y el abandono, los Toyotas son fuertes y resistentes...

11 horas. Breve descanso en Iset Karassen, otra «guelta». Mojo la gorra en el agua e intento combatir el calor. Es inútil. El termómetro ronda los 49 grados Celsius. Los labios están agrietados. El polvo y la arena nos visten de pies a cabeza.

Almuerzo en Edif Malen. Casi no pruebo bocado. El calor derrite las piedras. El agua está hirviendo. Me decido a beber del pellejo de cabra que cuelga en el costado del 4x4. El agua tiene el color de la orina pero está relativamente fresca. No está mal. Los tuaregs saben que el movimiento del vehículo mantiene «fría» la piel del animal.

A cuatro kilómetros por hora de media llegamos, al fin, a la aldea de Hirhafok. Estamos a sesenta kilómetros del refugio. ¡Nos quedan más de quinientos cincuenta kilómetros! Los tuaregs se reabastecen de agua (dos bidones).

 

El breve respiro sirve también para refrescarnos.

16.30 horas: Idelés, en plena «hamada» o desierto de piedra. La soledad y el silencio son aterradores. Ni un árbol, ni una sola planta. Sólo ese sol tenaz e implacable... Los guías conversan con los tuaregs de la aldea. Hamed, casi impenetrable, se limita a asentir con la cabeza. Entiendo que todo está bien. No hace mucho, en estos mismos parajes, fueron asaltados algunos turistas. Son bandidos profesionales. Por cierto, ¿vamos armados? Lo ignoro. Pero ¿qué importa eso? La aventura es la aventura...

17 horas. Hamed se desvía de la ruta. Nos muestra una primera tumba preislámica. Se trata de un gigantesco círculo fabricado con piedras negras. Tomo mediciones. En el centro se amontonan cientos de rocas formando una especie de «cúpula». ¿Por qué esta extraña forma? Los guías aseguran que hay miles en los desiertos de Libia y Argelia.

 

18.30 horas. Hamed y Mohamed han localizado una gacela. La persiguen con los vehículos. El asustado antílope se pierde a grandes saltos por un horizonte pedregoso. El guía golpea el volante con las manos. «Esta noche -murmura- no cenaremos gacela...»

 

19 horas. Acampamos en una duna. El guía se cerciora. Observa el cielo y la dirección del viento. Siguiente paso: recoger leña. Una tarea nada fácil; el desierto está pelado.

 

Hemos avanzado cien kilómetros, según mis cálculos. Hamed me corrige: han sido ciento veinte.

 

El ayudante del cocinero ha olvidado las tiendas (!). Tendremos que dormir al raso. En el fondo -muy en el fondo- lo agradezco. El firmamento es un lujo.

 

 

Extraños círculos con una cúpula en el centro.

 

Cena y tertulia. Los tuaregs cuentan una historia. Yo cumplo con otra. Hamed habla de un hombre que marchaba a camello. Se hallaba a cincuenta kilómetros de su destino cuando, de pronto, se le apareció un «djenoum». Lo invitó a montar y, al poco, en un abrir y cerrar de ojos, hombre y camello se encontraban en su pueblo. El «djenoum» había desaparecido. ¡Recorrieron cincuenta kilómetros en segundos!

 

Los tuaregs creen en estas historias.

Creen en los «diablos» o «djenoum». Yo también, aunque lo interpreto de otra manera...

A las 3 de la madrugada se oculta la luna. Duermo a ratos. El suelo no es arena: es hierro...

Jueves, 3 de mayo.

Amanece a las 5.30 horas. Me duele todo el cuerpo. Debo acostumbrarme. Nos esperan muchos días en el desierto...

 

A las 7 horas salimos hacia Djanet. El paisaje cambia. El desierto deja atrás las piedras y se decide por los arenales. Los 4x4 vuelan. Hamed disfruta con la velocidad.

 

 

Rumbo a Djanet.

 

 

Entre Libia y Argelia suman miles de tumbas circulares.

Nuevas tumbas circulares. Algunas de doble anillo y todas con la «cúpula» negra en el centro. Me recuerdan imágenes de ovnis.

El cielo sigue azul y transparente.

A las 12 horas, concluido el almuerzo, ocurre «algo» extraño. Por fortuna, lo vemos todos: en mitad del cielo aparecen unas «nubes». Son las únicas y forman unas increíbles y familiares figuras. Algo así: I O [ O ↑.

No puedo creerlo. Pregunto al resto.

Todos asienten. Todos lo han visto. ¿La estela de un avión? La idea es rechazada. ¿Dónde está el avión?

 

Los tuaregs no se ponen de acuerdo en la posible traducción de estos, signos. Evidentemente parecen bereber o «tifinag». Pero ¿quién los ha dibujado en pleno cielo del desierto argelino? ¿Qué significan?

 

Los tuaregs coinciden: una parte de los «símbolos» se traduce por Orión. La flecha señala exactamente el este. Es decir, hacia Orión. No entiendo nada...

 

A las 17.30 horas, los 4x4 desembocan finalmente en el wadi Tanar, la carretera asfaltada. Y al fondo, los «tassilis»: el «Nueva York» del Paleolítico. Nos encontramos a ciento diez kilómetros de nuestro destino: Djanet. Estamos agotados. Casi no hablamos. Mis pensamientos siguen fijos en esas increíbles «nubes».

 

 

Wadi Tanar. Al fin una carretera asfaltada. Al fondo, el Tassili N´Ajjer.

 

Tenemos que parar. El sol del atardecer ha encendido las columnas de piedra que rematan los «tassilis». El azul se duerme y se vuelve violeta. El rojo va resbalando por peñascos y mesetas y termina refugiándose en el regazo de la carretera. Después, el negro se tambalea y cae sobre todos nosotros.

 

El buen Dios hace bien las cosas...

 

 

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